Seleccionar página

Por alguna extraña razón, en occidente nos educan con la idea de que tenemos que sacar a relucir las cosas “malas” o “equivocadas” de los demás, en vez de las cosas buenas. Cuando hacemos siempre las cosas bien en el colegio…y de repente un día fallamos…nos recalcan el día que lo hacemos mal. Pero por desgracia no nos premian el día a día de hacerlo bien.

Crecemos con la idea de que alguien honesto tiene la obligación de decir a los demás las cosas que hacen mal. Esto es totalmente absurdo, inútil y de lo más maleducado. Alguien educado jamás se centra en sacar a relucir las cosas malas. Al contrario. Como decían en la película Bambi: “Si no has de agradar, mejor callar”.

Si esto es importante para la buena educación…aún más importante es para caer bien a alguien. Jamás conseguiremos hacer sentir a gusto a alguien si nos dedicamos a sacar a relucir sus defectos. No hay NINGUNA necesidad de sacar a relucir un defecto ajeno, a no ser que la otra persona nos pregunte DIRECTAMENTE para pedirnos consejo.

Dar nuestra opinión negativa de algo que NO nos han preguntado es una falta de inteligencia social y educación tremenda. Nadie realmente educado haría eso jamás. Las opiniones negativas sobre los demás sólo están justificadas en los siguientes casos:

  1. Cuando la otra persona nos pregunte directamente. Entonces sí que deberemos ser sinceros.
  2. Cuando tenemos muchísima confianza con la otra persona y es algo que REALMENTE puede ayudar radicalmente a la otra persona. Y en estos casos, el comentario ha de hacerse con MUCHO cuidado…sin pasarse de listo, sugiriéndolo como idea…y de forma indirecta.
  3. Cuando su comportamiento nos está afectando y molestando directamente. En estos casos hay que hacerlo con mucho tacto y sin hacer sentir culpable a la otra persona. Asumiendo siempre que lo está haciendo sin darse cuenta. Y, siempre, siempre, siempre, pidiéndolo “por favor”.

Pero, por norma general, jamás debemos sacar a relucir las cosas malas de la gente que nos rodea. Primero, porque es mucho más constructivo reforzar lo bueno, que condenar lo malo. Segundo, porque la gente tiene ya bastante con sus problemas, como para que vengamos de “sabelotodos” a dar lecciones a los demás. Nosotros también tenemos defectos, no hay que olvidarlo. Tercero porque a NADIE le gusta que le digan sus defectos. Y cuarto, porque NADIE nos ha preguntado.

Con que nosotros sepamos el defecto de la otra persona, es suficiente. ¿Qué necesidad tenemos de decirlo en alto?

Por el contrario, lo que SI debemos hacer CONSTANTEMENTE es premiar TODO lo bueno que tenga la otra persona. Cuando alguien hace algo bien, nuestra obligación es decirlo. Hemos de ser generosos con las cosas buenas. Tampoco estoy diciendo que nos emocionemos con todo lo que la otra persona hace. El secreto es la cantidad de premio, no el premio en sí.

Es decir, que siempre tenemos que premiar, pero no siempre tenemos que premiar con la misma efusividad/intensidad. A veces tendremos que, simplemente, decir “vaya, eso que comentas es interesante” y otras veces deberemos decir “eso tiene muchísimo mérito y demuestra que eres una persona excepcional”.

Digamos que si el negro es no decir nada bueno, y el blanco es premiar con el máximo de efusividad, tenemos que ser maestros en dominar los grises. Siendo capaces de determinar en cada momento qué tipo de premio se merece la actitud de la otra persona y premiando con mucha frecuencia. Esto es un ARTE. Si nos pasamos de intensidad en los premios, estamos demostrando que somos poco selectivos, zalameros y cuentistas. Pero si no premiamos nunca, estamos demostrando que no tenemos educación, ni inteligencia social, ni buen liderazgo.

¿Se puede ser zalamero y halagüeño y aún así tener éxito? Claro. ¿Se puede no premiar nunca y gustar a chicas con frecuencia? También. ¿Es recomendable? No. ¿Es óptimo y eficiente? No. No hay nada más poderoso que una persona con actitud positiva que es capaz de premiar constantemente con sutileza e inteligencia a una persona que se está abriendo a nosotros. Y es un arma poderosísima para crear una conexión duradera y sincera con la otra persona.