Seleccionar página

Si hay algo que determina el éxito de un hombre a la hora de relacionarse con el sexo femenino es la congruencia. Y esta congruencia es MUY complicada de juzgar a simple vista.

Los gurús de la Santa Doctrina de la Seducción no hace más que dar consejos sobre lo que se debe hacer y lo que no, a la hora de interactuar con una mujer. Digamos que se centran en “qué” hay que hacer. Pero esto no sirve para nada porque cada situación, cada hombre y cada mujer son distintas, y lo que está bien para una persona, en una situación puede ser un completo desastre para otras. Centrarse en el “qué” es muy poco útil.

Otros profesores más inteligentes se centran en el “cómo”. Y hablan de que es más importante la forma de hacer o decir las cosas que lo que se hace o dice en sí mismo. En esto tienen parte de razón. El “cómo” es bastante más fiable que el “qué”. Pero aún así, nos enfrentamos a una forma de generalizar que tiene muchos fallos, porque dependiendo de cada caso, el “cómo” deberá ser de una forma u otra. Esto tampoco acepta generalizaciones.

La única forma de saber cuándo estamos haciendo lo correcto y cuándo no es analizar el “POR QUÉ”. La pregunta no debe ser “¿qué hago?”, ni tampoco “¿cómo lo hago?”. La única pregunta válida y que me va a dar la solución correcta es preguntarse “¿por qué lo hago?”. ¿Cuál es la motivación real de mis acciones? ¿Estas motivaciones son realmente Alfas? ¿Estoy basando mi comportamiento en unas razones valiosas y congruentes? ¿Se basan en un Juego Interno poderoso o por el contrario estoy intentando camuflar una falta de Juego Interno sólido?

Sólo al responder estas preguntas podremos saber si lo que estamos haciendo es lo correcto o no. Porque ahí estaremos analizando algo más profundo que simplemente saber si hablar del tiempo o de sus ojos…en ese momento estaremos analizando nuestra auténtica congruencia y estaremos trabajando en ser “naturales” y no ligones de discoteca.

Todos podemos llegar a ser auténticos naturales a la hora de interactuar con mujeres, pero eso se consigue a base de congruencia, no de método. Y la congruencia se basa en encontrar los “porqués” poderosos. Un porqué poderoso hace que todo funcione.

Si yo, por ejemplo, veo una mujer que me gusta porque tiene un estilo sofisticado, una forma de mirar muy sugerente y, que además, está leyendo un libro que me encanta…está justificadísimo que vaya a conocerla porque mi motivación es que soy selectivo y ella, al menos aparentemente, presenta un montón de rasgos que me cuadran. En ese caso es muy congruente entrar con un abridor directo, diciendo simplemente la verdad. Y es más que probable que funcione.

Si yo viera que ella es tímida, y que con un abridor directo podría estar incómoda, entonces podré abrir con indirecto y también funcionará.

¿Cómo? ¿Dos abridores opuestos funcionarían con el mismo hombre, el mismo momento y la misma mujer? Sí, porque ambos porqués son poderosos y congruentes. Ahora bien, si esos mismos actos tuvieran porqués distintos, entonces no.

SI yo hiciera directo porque NO soy capaz de sexualizar haciendo indirecto, pero la chica realmente no me parece muy especial, entonces NO funcionará. Se me va a notar. Es la misma chica y es el mismo abridor, pero mi motivación es distinta y ella lo va a notar. No se lo va a creer igual, da lo mismo lo buen actor que sea. Antes o después se dará cuenta de que algo falla.

Y si yo hago indirecto porque me da miedo hacer directo, entonces tampoco funcionará. Porque mi motivación será el miedo, y no intentar suavizar la situación, como en el primer caso.

Realmente en una interacción puede ser positivo hacer CUALQUIER cosa.

Así que, recordad…a la hora de juzgar lo bueno o malo de una interacción, centraos únicamente en que vuestros “porqués” sean correctos. Los “qués” y los “cómos” vendrán solos.